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La dimensión comunicativa de la educación

«Educación es primero que todo comunicación, tanto que, si la comunicación se desvirtúa, fracasa el proceso educativo» (Hoyos, 1990)

Si educar, en el contexto de las instituciones educativas, es un proceso consciente, sistemático y voluntario para propiciar en otro u otros el desenvolvimiento de sus dimensiones y el aprendizaje de determinados saberes, la acción comunicativa es, desde nuestra perspectiva, el medio privilegiado que tenemos los seres humanos para el logro de esta meta. Mucho se ha dicho sobre la relación de la comunicación y la educación; de hecho, se ha asegurado por parte de muchos escritores e investigadores quela educación es un acto comunicativo, pero ¿por qué? Para entender este planteamiento se hace necesario retomar varios postulados: el primero es el de Jünger Habermas desde su teoría de la acción comunicativa (1988).

Entendemos a la educación como una relación social en doble sentido, donde los estudiantes también aportan a la construcción de conocimiento. Imagen tomada de: https://sites.google.com/site/adecuacioncurricularadcl/pedagogia-progresista-educacion-tradicional-y-educacion-nueva

Esta teoría, a grandes rasgos, se basa en la interacción que se presenta entre las personas que hacen parte de una sociedad y que usan el lenguaje para comunicarse “teniendo como fin alcanzar un consenso o una aceptación respetuosa de los actos o ideologías de los otros” (Gómez y Peñaloza, 2014, p.20).  De acuerdo con Unigarro y Rondón (2005), “vemos la educación como una acción que se da entre humanos y que busca, mediante el encuentro de diálogo, el entendimiento mutuo para favorecer el crecimiento de quienes entran en la relación que con ella se constituye. Desde esta óptica, que ve lo educativo como una acción comunicativa, la relación interpersonal es condición de posibilidad de su realización. No hay educación sino en el encuentro de diálogo, en el entendimiento mutuo entre profesor y alumno” (p.2).

Este diálogo “se da en tanto se reconozca a otro como un interlocutor válido, no por su conocimiento disciplinar, sino por su condición de sujeto social” (Gómez y Peñaloza, 2014, p.27) y reconocer que dentro de este se encuentra no solo aquello que se dice con palabras sino también lo que expresa con el lenguaje no verbal (Oliver y Gatt, 2010).

Para efectos educativos se hace necesario reconocer que, dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje, se tejen actos comunicativos de poder y actos comunicativos dialógicos; y son estos últimos los que permiten “procesos comunicativos con una creciente autonomía, participación y reflexión” (Gómez y Peñaloza, 2014, p.27) entre los distintos actores que intervienen.

La educación no es unidireccional. Imagen tomada de: https://www.pinterest.pt/

Los procesos de enseñanza-aprendizaje tienen que ver con la producción e interpretación de mensajes, con su circulación. Además de ser de carácter social y comunicativo, la educación también tiene una dimensión lingüística: tiene que ver con los signos, los medios, los códigos y representaciones que se movilizan entre docentes y estudiantes. Lo anterior nos remite al mundo de la semiótica, un intrincado y complejo campo científico que “se ocupa de signos, de sistemas sígnicos, de procesos comunicativos, de funcionamientos lingüísticos” (Casetti, 1980: 10).

Según Francesco Casetti (1980), el lenguaje tiene la facultad de ser ‘autorreflexivo’, de voltear la mirada sobre sí mismo para analizar las causas y efectos de los signos que moviliza.  Esta es nuestra intención: motivar a los docentes a revisar qué signos, qué códigos culturales, están utilizando para representar los conocimientos que manejan y las formas en las que los comunican, es decir, que para desplegar todas las cualidades formativas de la comunicación y ponerlas al servicio de la relación didáctica, esta debe  ser un elemento reflexionado y planeado por parte del docente.

Pero, ¿qué es un signo y qué es un código?

El signo “es una cosa que representa a otra ante alguien en alguno de sus aspectos. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o quizá un signo más desarrollado. El signo representa algo, su objeto” (Carbajal, sin año: p.15).

El código es un orden determinado de signos. (Carbajal, sin año: p.15).

Queremos que esta toma de consciencia sobre los signos, sobre el carácter lingüístico de la labor docente, aporte para una mayor comprensión sobre el papel del  lenguaje en la formación y en el aprendizaje de los estudiantes. Queremos proponerle una reflexión al docente externadista a partir de una serie de preguntas sobre su labor, que han sido inspiradas en Espino (2004):

  • ¿Nos preocupamos por conocer cuáles son los códigos, la simbología con la que llegan los estudiantes a la clase?
  • ¿Las metodologías usadas permiten el intercambio y el diálogo de los signos que manejo como docente con los que manejan los estudiantes o, por el contrario, sólo valen los míos?

También queremos invitarlos a pensar de manera más consiente en el “contexto lingüístico” de sus clases “que afectan a la interpretación, adecuación e incluso significado de dichos mensajes” (Carbajal, sin año: p.13). Comunicar no es una tarea que se da en abstracto; la edad y el nivel de madurez de los estudiantes, el enfoque curricular de los programas, el objeto de formación, el lugar geográfico y las condiciones sociales, entre otras, la definen.

La comunicación no corresponde a uno solo, al profesor; se da en un doble sentido.  Para comunicar con acierto un saber hay mínimo dos personas; la comunicación está determinada, entre otras cosas, por la forma en que cada docente aprende el saber que enseña y el bagaje o grado de cercanía de los estudiantes con docente y los saberes.

  • ¿Somos conscientes que dentro y fuera del ambiente universitario los estudiantes están constantemente enfrentados a signos, a construcciones culturales, que determinan la comprensión del conocimiento que se les comunica?
  • ¿Creemos que los estudiantes son meros receptores de conocimiento, o los entendemos como interlocutores válidos en la producción de sentido?

Todos tenemos un mundo en la cabeza, todos llegamos a la educación con una vida, con un pasado que moldea la forma en la que aprendemos. Imagen tomada de: https://www.svetadorosheva.com/

La acción comunicativa en general y el lenguaje en particular, son el medio por el cual se expresa el conocimiento disciplinar y se hace viable que este haga parte de las estructuras más profundas del pensamiento del estudiante.

  • ¿Consideramos al conocimiento como algo dado e inmodificable, o lo entendemos, más bien, como un tejido de significados que va cambiando, se va expandiendo por medio de múltiples traducciones?
  • ¿Cómo traduzco ese saber experto a un lenguaje claro, comprensible y contextualizado a mis estudiantes?
  • ¿Cuál es el potencial semiótico de ese conocimiento y cómo lo aprovecho para que se apropie de manera más significativa en la mente de mis estudiantes?
  • ¿Qué análisis, diálogos y discusiones son claves para la comprensión de dicho saber y cómo las promoveré con mis estudiantes?
  • ¿Cómo mis estudiantes podrán comunicar su estado de comprensión y lo que están aprendiendo?

Lejos de ser un acto en el que el docente tiene la voz cantante y el dominio del proceso de formación y del aprendizaje, nuestra apuesta es por un acto comunicativo dialógico que promueva la participación y la construcción colectiva de sentidos.

Y hablando de signos y códigos, aquí le compartimos algunas imágenes para seguir reflexionando:

 

Hay muchos medios para representar el conocimiento, es importante escoger el correcto. Imagen tomada de: https://www.pinterest.pt/

Cada forma de comunicarse tiene sus propias complejidades, es importante que como docentes tengamos en cuenta cuál es la más adecuada para relacionarnos con los estudiantes. Imagen tomada de: https://me.me/

 

 

Referencias bibliográficas

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